¡No me arrepiento de condecorar a Cristina!



La Legislatura que tuve el honor de presidir por dos periodos consecutivos, la que condecoró a Cristina, era la Asamblea de un Ecuador que tenía proyecto nacional, que defendía la soberanía y trabajaba por la integración regional. El Parlamento de un país que no tenía, ni necesitaba, ni quería, bajo ningún concepto tropas extranjeras en su territorio. ¡Qué diferente era ese Ecuador de derechos, ese Ecuador que tenía los indicadores más altos reducción de la inequidad, el que sacó dos millones de ecuatorianos de la pobreza, que afilió a las amas de casa, que eliminó la tercerización, que cobró impuestos a los grandes evasores fiscales, que defendió la movilidad humana como derecho universal, que propuso al mundo el cierre de paraísos fiscales, que dignificó la vida de toda una Patria, así como lo hicieron Néstor y Cristina en Argentina.

 

Qué triste resulta hoy la comparación de esos gobiernos dignos con la Argentina de Macri o el Ecuador de Moreno; sin liderazgo, sin proyecto, a la deriva. Entregados de pies y manos a la partidocracia y al gobierno norteamericano; a los transitorios y encargados, los ungidos por la élite política para regresarnos a la era  de los “poderosos”.

 

Somos parte del Ecuador que dio asilo a Assange, perseguido por las grandes potencias occidentales, mientras los que gobiernan ahora se hacen los desentendidos para entregar esa causa democrática mundial y a su emblema en manos de los poderosos.

 

Somos el Ecuador que condecoró a grandes de la historia ecuatoriana y mundial, entre ellos tuve el altísimo honor de condecorar a Michelle Bachelet y a Cristina Fernández como las dos presidentes mujeres que asumieron el liderazgo de sus países en la década del fortalecimiento de la democracia en la región, que junto a los mandatarios progresistas se jugaron por la CELAC, el ALBA, el MERCOSUR, por la UNASUR desafiando la geopolítica tradicional. Qué contraste tan grande con el tiempo de la mezquindad y el revanchismo que vivimos hoy.

 

Por eso, NO ME ARREPIENTO, como dice Cristina, no me arrepiento de haber sido parte de un proyecto destinado a reparar la dignidad de la gente, un proyecto de país pensado y sentido para y desde el pueblo humilde y las clases medias.

 

En política, nos definen las alianzas que hacemos, los sectores que promovemos y favorecemos, nos define también a quiénes reconocemos y condecoramos y por qué lo hacemos. Todo eso nos define, a nosotros y a quienes hoy aprovechan la coyuntura para ganar protagonismo y atacar los símbolos de una era que temen que regrese. Porque no quieren perder sus privilegios. Pero volveremos, se los aseguro. La Patria volverá, la justicia social volverá, la soberanía y la democracia sin proscripciones, volverán.

 

Lo que estamos presenciando y lo que están sufriendo los pueblos de toda la región, los pueblos de nuestra Patria Grande, es una agresiva contrarrevolución que se ha propuesto barrer con las conquistas de la década de gobiernos populares y progresistas. Eso lo conversé con Cristina el 26 de septiembre del 2016 cuando recibía la condecoración “Manuela Sáenz”. Nosotros y nosotras somos lo de menos aquí, los pueblos están bajo ataque: un ataque concertado, de dimensiones continentales, una revancha de las élites que denunciamos hace rato, cuando recién comenzaba a fraguarse la restauración conservadora. Atacan de manera especial a las figuras que encabezaron los procesos de cambio más consistentes, más audaces y con mayor respaldo popular de la historia reciente. Todo ello, mientras llevan adelante una brutal, agresiva concentración de la riqueza en pocas manos, de quienes menos tienen a los que más tienen. No perdonan a Cristina, como no perdonan a Lula ni a Rafael, el haber osado gobernar para esas grandes mayorías, por eso no para la persecución, inventan una y otra artimaña jurídica, van meses sin poder demostrar nada en su contra, ese es, el fascismo de los de turno. Eso es lo que busca la derecha regional, para regresar campantes a gobernar. Qué se puede esperar de los amigos de Pinochet, de los promotores del consenso de Washington, de los herederos de León Febres Cordero, del formato del FMI, de los enemigos de la Unidad Latinoamericana. Claro que anticipábamos una reacción revanchista de esta clase, y que decepcionante ver en esa corriente a los tibios y timoratos, a los sin convicción, a los que calculan y guardan silencio, a los oportunistas arrastrados a los pies de la derecha restauradora, a los parlamentarios que retiran la mirada frente a las inconstitucionalidades, que sentencian políticamente a falta de sentencias judiciales. Ahí están los que andan por la vida y la política buscando el favor de la prensa, especulando con lo que conviene decir para agradar a los dueños de la opinión y a los factores de poder.

 

Yo estoy en la vereda de enfrente de esa gente. Orgullosa de haber condecorado a una grande de América como Cristina, a la que respaldamos frente a los atropellos y vulneración de sus derechos, a la que abrazamos fuerte desde la mitad del mundo. Orgullosa de haber abrazado y compartido con Lula grandes episodios de nuestra historia; orgullosa de haber sido parte de la década del pueblo junto con Rafael. Orgullosa hoy, de ser parte de los que resisten, de los leales y coherentes con la historia y sus procesos, orgullosa de ser parte de la proyección de una Revolución que triunfará y volverá.

 

¡Fuerza Cristina, fuerza Lula, fuerza Rafael!