Rendir cuentas al mandante para seguir construyendo sueños



El acto de Rendición de Cuentas, de mandato constitucional, se ha consolidado en estos años como una norma obligatoria en la Casa del Pueblo, y para mí ha sido un honor presentar los resultados de mi gestión en la Presidencia de la Asamblea Nacional, durante dos períodos consecutivos, desde mayo de 2013 hasta abril de 2017.

Para quienes cumplimos la ética del servicio público, este acto lleno de humildad y de responsabilidad ante nuestros mandantes, demuestra la gran diferencia de esta Asamblea con el antiguo Congreso que tantas veces desvirtuó el Salón del Pleno con leyes antipopulares, y tantas otras veces obstruyó el camino a la Constituyente que el pueblo exigía.

Fue Rafael Correa quien se presentó por primera vez como candidato sin lista de diputados y con el compromiso de convocar en Montecristi, tierra de Alfaro, a asambleístas constituyentes que fueran electos por el pueblo para elaborar un nuevo pacto social, fundamento de un país que aspira a una ampliación de sus horizontes democráticos y a una más justa distribución de la riqueza. Así nació esta Revolución, ordenada por el clamor del pueblo y con el liderazgo ferviente de un líder que cumplió y ha cumplido por diez años su palabra, como nunca antes en nuestra historia.

En estos años en la Asamblea, hemos llevado a Leyes y Códigos los principios y mandatos de esa Nueva Constitución, para entregarle al país leyes que no discriminan a nadie, que no le niegan sus derechos a nadie, que no dejan fuera a nadie, ni siquiera a los que se marcharon y que siempre extrañamos, porque esta Patria ya no tiene excluidos. Hemos trabajado con transparencia y con la misión de reparar injusticias históricas cometidas contra el ser humano en nombre del capital.

Estos últimos cuatro años han significado en la historia del país el ciclo más productivo de esta Función del Estado y, sobre todo, han consolidado el punto de quiebre, el viraje de las leyes y las políticas públicas a favor de las grandes mayorías.

Hemos cumplido ante la historia, la ciudadanía y el país, al cerrar el Ciclo Constituyente en este último período legislativo y entregar las leyes que fueron determinadas como imperativas en la propia Carta Magna.

Adicionalmente, cerramos este Período con más del 95% de cumplimiento del plan de trabajo programado y, además de ello, la Asamblea respondió a las coyunturas económicas y sociales que el país atravesó en estos años, discutiendo y aprobando leyes económicas urgentes y de atención a emergencias.

Las 65 leyes emanadas y reformadas por esta Asamblea en estos dos períodos han nacido de la necesidad de atender, garantizar y ampliar los derechos de la ciudadanía.

Y en cuanto a procedimientos, la Asamblea Nacional rompió el paradigma de encerrarse en sí misma, y las Comisiones se han trasladado a los territorios, para socializar las normas y fundamentalmente para cumplir con lo que es hoy una norma inquebrantable: la Consulta Prelegislativa para todas las leyes y códigos que puedan afectar derechos colectivos de pueblos y nacionalidades.

En todos los espacios interparlamentarios que hemos generado y a los que hemos acudido, llevamos las banderas de los derechos humanos, de las mujeres y de nuestro profundo compromiso integracionista, para afrontar junto a cientos de parlamentarios del mundo temas de género, ordenamiento territorial, movilidad humana, seguridad y paz.

La utopía de estos años en Ecuador ha sido la construcción de un país radicalmente distinto al que heredamos de siglos pasados. Así lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo, sin permitir ningún retroceso, porque ese fue el mandato de Montecristi y esa es la sagrada y soberana voluntad del pueblo del Ecuador.

Terminamos este periodo con la satisfacción del deber cumplido y nos disponemos a comenzar el nuevo ciclo con entusiasmo y optimismo. A la ciudadanía, que ha consagrado en las urnas una nueva mayoría parlamentaria progresista, le reitero mi compromiso de vida a su servicio y a mis compañeros asambleístas electos, un llamado a trabajar con lealtad y en unidad, para conformar un bloque sólido y coherente que no defraude las expectativas de la sociedad, garantice gobernabilidad y sostenga el impulso transformador.