Rumbo a la Convención, mirar hacia adelante.



Es hora de dar vuelta la página. Pasó el momento de la sorpresa, la rabia y la indignación. Es momento de sentar postura y marcar claramente las diferencias con el giro “anticorreísta” del entorno de Moreno sostenido en una nueva alianza con la partidocracia neoliberal y los factores de poder. La contrarrevolución siempre se viste de “antipersonalismo”, no lo olvidemos.

Nuestra tarea es ahora, de cara a la VII Convención Nacional del Movimiento Alianza PAIS, comenzar a pensar el futuro de nuestro proyecto político en el mediano y largo plazo.

Claro que nos debemos una seria y profunda autocrítica que, entre otras cosas, nos permita explicarnos de manera satisfactoria cómo es que llegamos a este punto, en que habiendo ganado las elecciones sufrimos la peor de las derrotas como proyecto político, una derrota gestada desde adentro.

Esta necesidad de autocrítica de la que hablo no debe confundirse con la falsa autocrítica que postulan los partidarios del giro gobiernista, sencillamente porque en su caso se trata de una impostura -¡una más!- que consiste en hacer pasar por autocrítica lo que en verdad es la reproducción línea por línea, punto por punto, de la crítica opositora al proyecto de la Revolución Ciudadana.

Al entorno de Moreno no le interesa Alianza PAIS en lo profundo, no sienten el Movimiento como propio, no sienten ninguna clase de apego, de amor por sus banderas ni por su historia. De hecho, Lenín Moreno está apelando a otras fuerzas políticas para apoyarse en ellas. Lo vimos dirigirse, desde el balcón de Carondelet, a su nuevo partido, Democracia Sí, para atacar a nuestro Movimiento y a su líder histórico. Lo hizo ante enemigos jurados de la Revolución Ciudadana, mientras reinstalaba la vieja idea de que el país gira en torno a Quito, Guayaquil y Cuenca.    

Allí se lo vio también incómodo, al igual que a otros actores políticos y mediáticos que se muestran nerviosos y descolocados ante una visita de Rafael Correa. Allí lo vimos retando a Alianza PAIS a realizar una convención en el estadio de Aucas. No sería extraño que el entorno de Moreno convoque a su propia convención con sus nuevos aliados: Madera de Guerrero, socialcristianos, CREO, Avanza, Sociedad Patriótica, Larrea, los Bucaram, etc. Pueden llenar con burócratas y esos nuevos aliados los estadios que quieran, pero nosotros estamos en un nuevo momento, planteándonos otro debate, que no pasa por llenar espacios sino por definir un rumbo político para nuestra organización.

Desde la campaña electoral lo vimos a Moreno distante de nuestros colores y banderas, reticente a asumirlos como propios. Lo que no sabíamos era que iba a abriles la puerta  a nuestros antagonistas para reponerlos en el centro del poder. Lo más saludable para la política, para el país, para la democracia es que se sincere, que sea honesto con sus verdaderas afinidades políticas, porque nadie le cree que sea parte de la Revolución Ciudadana. Ese juego de ambigüedades e indefiniciones no le hace bien al Movimiento ni le hace bien a él.

A ellos no les interesa el Movimiento Alianza PAIS en lo profundo, decía. No sienten como propia a la Revolución Ciudadana. Pero les interesa controlar las estructuras de AP o, en su defecto, neutralizarlas, debilitarlas. Para ello han apelado con astucia a dos demandas de la militancia que por distintos motivos han permanecido represadas: autocrítica y renovación. Por eso tenemos que ser claros, porque al igual que desde Carondelet se apropian de manera instrumental y tramposa del concepto de autocrítica, también lo hacen con la promesa de renovación. En este caso, su intención es transparente: renovación es el nombre que dan a su pacto con la derecha y los antagonistas emblemáticos de la Revolución Ciudadana.

Nosotros, a diferencia de la utilización demagógica y engañosa de estos conceptos por parte del entorno de Moreno, tenemos que echar a andar con más fuerza una tarea de autocrítica honesta y sincera y de renovación profunda de nuestro espacio político, de manera coherente y consecuente con el proyecto político al que nos debemos, si queremos ser el instrumento político eficaz de las grandes mayorías sociales para dar las disputas que vienen.

Hace poco señalaba que Alianza PAIS vive actualmente una disyuntiva de hierro: o se reconstituye como una fuerza de izquierda, progresista, latinoamericanista y asentada en el interés de esas grandes mayorías, o se convierte en apéndice de la partidocracia, en una pieza más del sistema político del orden neoliberal.

Está claro que sólo en el nivel de la dirigencia y de la burocracia es posible hablar de dos tendencias al interior de nuestra fuerza política, porque si miramos a las bases, a la inmensa mayoría de la militancia, si ponemos nuestra atención en el pueblo humilde que estos años sostuvo y apoyó masivamente a la Revolución Ciudadana, veremos que existe una sola y gran corriente que respalda al proyecto político popular y progresista liderado por Rafael Correa.

Pero si desde el poder estatal, con artimañas y recursos, deciden imponer su voluntad dentro de Alianza PAIS por encima de la voluntad de la militancia, será el momento de construir una nueva fuerza política, porque entonces AP habrá cumplido su rol histórico dentro de la izquierda para convertirse en una pieza más del gran pacto con la partidocracia al que el Gobierno decidió aferrarse.  

En consecuencia, para ser fieles a nuestro papel histórico de ruptura con el orden neoliberal y de herramienta de construcción de una nueva sociedad, como movimiento tenemos que encaminarnos hacia un momento refundacional. Si los partidarios del giro gobiernista hablan de “depurar” como sinónimo de “descorreizar”, nosotros tenemos que apuntar hacia una depuración a la izquierda y con las bases como requisito para una refundación auténtica del Movimiento.

Hace tiempo, mucho antes de la última victoria electoral y primera gran derrota política que sufrimos con la orientación pro partidocracia de Moreno, entre la militancia de la Revolución Ciudadana se percibían signos de agotamiento, acompañados de demandas y cuestionamientos a ciertos modelos, ciertas dinámicas y prácticas que acabaron prevaleciendo en el movimiento.

Evidentemente el hecho de haber nacido como fuerza política de manera paralela a la responsabilidad del ejercicio de gobierno acabó limitando las potencialidades de Alianza PAIS como movimiento, subordinándolo a lógicas burocráticas y a las necesidades políticas inmediatas de la gestión gubernamental.

Estos son temas que merecen una amplia discusión interna y no deben ser abordados desde señalamientos personales, porque no se trata de buscar culpables. En todo caso, es responsabilidad de todos quienes hemos asumido lugares de decisión y dirección política en el Movimiento hacernos cargo de la situación actual que vivimos como organización política y promover una autocrítica y un debate serios que nos permitan superar esas limitaciones y caminar hacia la renovación y refundación que necesitamos.

De cara a la VII Convención Nacional del 3 de diciembre, quizá sea también hora de comenzar a plantearnos ciertos debates de fondo. Tal vez sea pertinente que comencemos a discutir, más allá del destino de nuestro espacio político, su misma naturaleza: qué forma debemos darnos para ser la fuerza política que pueda defender las conquistas de la década del pueblo y proyectarlas hacia el futuro. Quizá sea hora de retomar un viejo debate que hoy se vuelve más actual acerca de nuestra organización. ¿No será momento de abrir el debate en torno a la necesidad de transitar, ahora sí, a convertirnos en un partido político, en el cual mantengamos las virtudes de un movimiento, pero caminemos hacia una estructura más orgánica y sólida para enfrentar el nuevo momento político? Este es un debate que debe protagonizar la militancia y en el que ella ha de tener la última palabra.

En estos momentos donde la política se vuelve endeble, donde volvemos a ver en escena la lógica del camisetazo, es muy importante recuperar la política como un ejercicio de coherencia y fidelidad a principios. A muchos no les gusta esto porque están acostumbrados a saltar de un lado al otro, pero para nosotros tiene que ser prioritario fortalecer la coherencia y lealtad de nuestro espacio político.

Ser partido quizá nos permita ser más orgánicos, tener una estructura más sólida, construida desde abajo hacia arriba. Hablo de un partido de nuevo tipo -no un partido como los tradicionales- que nos permita intensificar la participación de las bases en la toma de decisiones, en la definición del rumbo político, en la selección de candidatos. Sin ir más lejos, tenemos autoridades y legisladores que fueron postulados por AP, pero que no fueron promovidos por sus bases. Este tema de la representatividad de las candidaturas en relación con las bases del proyecto político es crucial, especialmente ahora que vamos a afrontar dentro de poco un nuevo proceso eleccionario.

Porque tenemos que admitir que, si bien hubo muchos aciertos en la selección de candidatos, también hubo muchas equivocaciones que hubieran sido menos si la gente hubiera participado más. Entonces, por ejemplo, muchos asambleístas, en lugar de responder a las presiones del poder, o de ser permeables a ellas, responderían exclusivamente a su gente, a sus bases. Hoy, el problema es que algunos asambleístas no representan a nadie, se representan a sí mismos, a sus familias, no a la ciudadanía ni al proyecto político por el cual se postularon.

Es fundamental que en el momento actual reivindiquemos la política como ejercicio de coherencia y lealtad, no como escenario de carrerismo oportunista y acomodaticio. Quizá convertirnos en un partido de nuevo tipo nos permita alcanzar un mayor protagonismo de las bases, para que las bases se conviertan en dirigencia y que ésta se deba, con fidelidad y coherencia, al proyecto político compartido. Y, al mismo tiempo, nos permitiría aplicar una disciplina más estricta, lo cual contribuiría al objetivo de contar con una dirigencia más orgánica y una fuerza política más consecuente.

La política ecuatoriana se ha vuelto una vorágine impredecible, movida por la voraz ambición de poder de los sectores que encontraron en Moreno la oportunidad inesperada de dar rienda suelta a su espíritu de revancha. Muchas cosas pueden pasar de aquí a la Convención y luego de ella, pero de una cosa tenemos que estar seguros. No vamos a ser parte del gran pacto con la partidocracia, no vamos a convertirnos en una pieza de la “normalidad democrática” que aplaude el establishment. Frente a la recomposición del poder de las élites, frente a la restauración conservadora y neoliberal, vamos a reconstituirnos como espacio de ruptura, como fuerza popular y revolucionaria.

Frente al giro del “vacío cuántico”, el único giro válido es hacia la izquierda y con las bases, un giro de afirmación y profundización del proyecto de la Revolución Ciudadana. Vamos a ser el movimiento de las grandes mayorías populares, vamos a ser el instrumento renovado del mismo proyecto político que abrazamos hace más de 10 años, con nuevos cuadros, con jóvenes y con nuevos rostros. ¡Vamos a ser el partido de la Revolución Ciudadana para seguir haciendo historia y cambiando el Ecuador desde una perspectiva socialista!