Clase trabajadora en tiempos de pandemia
El 01 de mayo de 1886 en Chicago inició la huelga obrera que tenía el objetivo de conseguir las ocho horas como jornada laboral, los sindicalistas anarquistas que protagonizaron la huelga fueron ejecutados por el gobierno de los Estados Unidos precedido por Grover Cleveland. Tres años después, en 1889 en el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional celebrado en París, se declaró el 01 de mayo como el día de los “Mártires de Chicago”. Parto de estas fechas para hacer hincapié en la memoria histórica; ha pasado más de un siglo desde aquel entonces y los trabajadores del mundo siguen sin gozar a plenitud de sus derechos y frente a la actual crisis mundial donde se agudiza el problema del trabajo, es necesario, seguirnos convocando como lo hacemos cada año; no solo para conmemorar a la clase trabajadora, sino para debatir qué tipo de modelo social queremos.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que “más de 195 millones de personas perderán su espacio laboral para el segundo trimestre del 2020 a causa de la crisis desatada por la pandemia de COVID-19 que desnudó las grandes falencias del capitalismo”. En América Latina y el Caribe, la contracción del empleo alcanzaría a 14 millones de trabajadores y trabajadoras, ésta sería la contracción más grande desde la Segunda Guerra Mundial, las medidas de cuarentena y aislamiento alcanzarían al 81% de la fuerza de trabajo a nivel global.
La recesión que está en curso, sin duda activa e incita las aspiraciones de los gobiernos neoliberales para revertir derechos humanos y, con el pretexto de la crisis, dar paso a nuevas formas de explotación laboral, como el teletrabajo, contrataciones intermitentes, privatización del conocimiento, medidas de flexibilización laboral, de achicamiento del Estado y de sostenimiento de un “status quo”, medidas que son altamente contraproducentes para la recuperación económica y el bienestar social. En Ecuador, el desempleo cerró en 4.9% en el 2019 según cifras oficiales, pero en lo que va del 2020 no tenemos medición, pues el INEC no publicará cifras en tiempos de pandemia; ha esto se suma el intervencionismo solapado del FMI que para algunos economistas mutó hacia el Keynesianismo, es decir, apuesta al aumento del gasto público para estimular la demanda agregada y de esta forma aumentar la producción y el empleo. Sin embargo, no hay que confundir la naturaleza de sus fines, seguramente se aprovechará de la crisis para que los sectores económicos dominantes acudan al estado para resolver los problemas generados por el capitalismo.
En el continente la disputa se profundiza de manera virulenta, no solo en el espacio político, también la disputa hegemónica tiene un trasfondo por la innovación tecnológica y las formas como se asumen las relaciones de producción entre el capital y el trabajo, así como el rol que asumen los estados y sus sistemas de gobierno. Por un lado, están quienes apoyan la tesis del libre mercado, promueven la producción transnacional, las privatizaciones de los sectores estratégicos y por ende el debilitamiento del aparato productivo nacional y por otro lado, están los países de tendencia progresista que apuestan al fortalecimiento de modelos de desarrollo basándose en la distribución equitativa de la riqueza, atención sanitaria gratuita, educación pública, seguridad social, protección del empleo, extensión de pisos de protección social, es decir, anteponiendo al ser humano por sobre el capital.
En el último trimestre del 2019 en varios países del continente, se evidenciaron protestas masivas rechazando las medidas neoliberales del Fondo Monetario Internacional, la región enfrentaba una ola de despidos masivos, compresión y depresión económica que desató paralizaciones, huelgas y movilizaciones que puso a prueba a los gobiernos de turno, desatando una serie de violaciones de derechos humanos y una escalada de persecución política a opositores de los regímenes de derecha. Este factor no es menor cuando vemos que, ante el confinamiento, los gobiernos quieren concretar las agendas económicas antipopulares que en el 2019 no pudieron por el levantamiento social, medidas que están afectando a millones de ecuatorianos y a miles de trabajadores formales, cuando solo en nuestro país, hoy 01 de mayo 2020, 1.500 docentes pasan al desempleo. Si se suma a esto el despido intempestivo de empresas privadas y la corriente de despidos masivos del sector público que arrastramos desde el 2019, el 2020 tendrá un decrecimiento entre -1.8% a -4%, y 58% de informalidad laboral, cifra que la CEPAL vaticina para países con mayor contracción en el continente más desigual del planeta.
Para el Ecuador la situación es insostenible, pasamos de ser uno de los países con mejores indicadores de desarrollo, reconocido por organismos internacionales, a ser ejemplo de lo que no se debe hacer ante una crisis. Las redes sociales, medios internacionales y contados medios nacionales humanizan una realidad, mientras que, para el Gobierno de Moreno, la gente que muere en las calles son números fríos en fosas comunes y ataúdes de cartón. La banca sigue ganando mientras los trabajadores formales son despedidos sin garantía de derechos laborales, los trabajadores informales no pueden llevar alimento a sus hogares.
En 1886 los dirigentes sindicalistas fueron asesinados por defender el derecho de los trabajadores, en 2020 los dirigentes sindicalistas maniatados al poder de turno están ausentes, son parte de ese gran vacío de representación política que tenemos en el país.
Que este panorama sombrío, bajo medidas de confinamiento, no sea pretexto para bajar los brazos, al contrario, ahora es cuando debemos inspirarnos como sociedad en esa lucha histórica de los trabajadores de Chicago, en la lucha de quienes ahora están en primera línea poniendo sus vidas. La renovación de la dirigencia política sindical es tan necesaria como la consolidación de un Frente con representantes de sectores políticos, económicos y sociales del país que asuman el liderazgo y la gobernanza abandonada por el Gobierno de Moreno y sus acólitos. Un Frente que sea la transición al restablecimiento del orden democrático, que sea una alternativa viable para la protección de los trabajadores, estudiantes, campesinos, para la gente, para la Patria. Quizá esto será la mejor manera de honrar este día histórico.