La agenda oculta de la consulta



A estas alturas, todavía puede haber algunos compañeros que honestamente crean en las intenciones y la orientación del nuevo gobierno, aun cuando es cada vez más difícil de sostener su coherencia y consecuencia con el proceso histórico de la Revolución Ciudadana.

Si a inicios de la nueva gestión percibíamos el despliegue silencioso de una agenda oculta, con el correr de los días y semanas fuimos testigos de un verdadero camisetazo a cielo abierto: la asunción de manera cada vez más explícita del discurso y la agenda de los adversarios históricos de nuestro proyecto político.

Si al principio nos indignaban pequeños gestos, indicios de que algo más profundo -el corazón mismo de nuestra causa- estaba por ser puesto en entredicho, con el tiempo vemos cómo cada gesto, cada mensaje y cada acción encajan unos con otros, conformando la antítesis del proyecto victorioso el 2 de abril. Desde el tufillo conservador de la convocatoria a “esposas de” alcaldes y prefectos para ser parte de la ejecución de la política pública, señoras a las que nadie había votado, pasando por la designación de un hombre de la Halliburton al frente de la política petrolera o de un hombre de Decameron al frente de Turismo, la entrega a un personaje de la corporación mediática de la conducción de un medio público, hasta la elección de los jefes de la partidocracia y de las corporaciones como interlocutores privilegiados del nuevo gobierno, más un largo etcétera, todo, absolutamente todo nos habla de un viraje conservador, antipopular y antidemocrático, al que nos referimos con prudencia en un primer momento, en aras de la unidad del Movimiento y con la esperanza de una rectificación del rumbo, pero al que luego no tuvimos otra opción que denunciar.

Así de burdo ha sido el viraje “anticorreísta”. Pero que haya sido burda la maniobra no significa que no haya estado bien preparada y calculada. Una maniobra llena de bajezas, revestida con un aura de “diálogo” y “nuevos aires de libertad”.  Parafraseando al presidente Moreno, podríamos decir que ahora se ha dado por llamar consulta a cualquier pendejada. Porque -¡no nos engañemos!- la consulta que promueven Moreno, Lasso, Nebot, Gutiérrez y Bucaram es una pieza de una operación mayor que arrancó incluso antes del 24 de mayo pasado.

La ciudadanía debe tener claro que lo que está en marcha es una campaña que persigue un único objetivo político: proscribir a Rafael Correa, impedir su participación en elecciones futuras, librarse de él para siempre, el sueño de unos cuantos que no pudieron derrotarlo en las urnas. Quieren acabar con la Revolución Ciudadana, que es en esencia la recuperación del rol del Estado para alcanzar una sociedad más democrática e igualitaria, la recuperación de la soberanía nacional y la justicia social.

Por eso, tenemos que decirlo bien alto y bien claro: No estamos necesariamente en contra de todas las preguntas, ni mucho menos de la herramienta democrática de la consulta popular -que es el lugar en el que nos quieren colocar, como antes quisieron presentarnos como opuestos al diálogo, partidarios del monólogo-, sino que estamos en contra de la manipulación y la demagogia con la que se quiere usar este instrumento para legitimar el viraje restaurador, conservador y pro corporaciones del Gobierno, su entrega a la vieja partidocracia.

Manipulación, porque hay un propósito oculto que une a todos los promotores de esta consulta falsa y engañosa: quitar a Rafael Correa del escenario político y restaurar el viejo país del toma y daca, el señorío de la vieja partidocracia, restableciendo su dominio del sistema político y de los órganos de control.  Demagogia, porque este propósito se disfraza con un ecologismo superficial y con la caja de Pandora del populismo penal.

Este es el escenario que enfrentamos, el de un auténtico golpe blando a la democracia y a la institucionalidad del Estado. Tenemos la obligación de decirlo, así nuestra posición no sea comprendida o no resulte acompañada mayoritariamente en este momento.

Se trata de un asunto de coherencia y convicción. La consulta de Moreno, Lasso, Nebot, Gutiérrez y Bucaram es una estafa. Nuestro movimiento no puede transformarse en una pieza más de esa vieja partidocracia, tiene que seguir firme en sus valores y principios, junto a las grandes mayorías, fortaleciendo el polo popular y progresista para enfrentar la recomposición del poder de las élites que se ha puesto en marcha.

Quienes pretendiéndose parte del campo popular y progresista se plieguen a esta maniobra estarán jugando un triste papel, por más recompensas que en el corto plazo reciban en cargos y favor electoral circunstancial por haberse sumado por izquierda a este nuevo oficialismo asentado en la derecha, con el apoyo mediático de toda la prensa hegemónica y los factores de poder tradicionales. Los que le hayan dicho sí a la especulación de tierras, a la designación de autoridades de control a dedo y a la demagogia punitivista que no resuelve nada, quienes hayan sido parte de esta maniobra artera para reponer a las élites tradicionales al mando de los destinos del país difícilmente podrán justificarlo con el argumento de que lo que buscaban era corregir los errores de la Revolución Ciudadana.

¡No son nuestros errores los que movilizan a los promotores de la consulta, son nuestros aciertos! Que nadie se engañe: esta consulta amañada con los factores de poder no tiene nada, pero nada que ver con el “espíritu de Montecristi”. Sí tiene que ver, en cambio, con devolverle a las oligarquías del Ecuador el control de la política y el Estado.

Pero no se hagan ilusiones. No van a lograr detenernos, ni domesticarnos, ni subordinarnos a sus agendas e intereses. Podrán tener éxito quizá en el corto plazo, de acuerdo con sus mezquinos cálculos y ambiciones de poder. Podrán celebrar junto a nuestros adversarios históricos los resultados de su maniobra, pero se equivocan si creen que acabarán con nosotros y con lo que hemos representado estos años. Se equivocan si creen que un proceso como el de la Revolución Ciudadana y un liderazgo como el de Rafael Correa pueden liquidarse con alianzas oscuras y maniobras típicas de la vieja politiquería.

Quienes sabemos por qué y para qué militamos lo tenemos claro. Que no queden dudas: el proyecto de la Revolución Ciudadana -su esencia y sus horizontes- continuará más allá de las imposturas y deslealtades, más allá de oportunistas y ventajistas, porque es una causa que echó raíces en el corazón del pueblo ecuatoriano y porque representa el sueño compartido de una Patria libre, justa y solidaria, en la que mande el pueblo y no las oligarquías. ¡Que no nos distraigan ni confundan con falsas consultas!

Cuando la militancia me pide línea política, yo les digo que la línea política necesaria en estos tiempos se resume en una frase: ¡Alianza PAIS es cuestión de principios!