Yo también iré a votar



En Ecuador, las mujeres hemos luchado por nuestros derechos de manera permanente. Nadie nos ha regalado nada. Cuando Matilde Hidalgo, la primera mujer médica y también la primera sufragante, reivindicó el derecho al voto de las mujeres a principios del siglo XX, no lo hizo en un contexto aislado, sino que esta acción se inscribía como parte de un movimiento amplio, el liberalismo ecuatoriano, que buscaba construir una mejor sociedad para todos, sin exclusiones. Por eso, cuando ella se presentó ante las urnas para ejercer sus derechos democráticos, no lo hizo como una acción individual, sino en representación de todas las mujeres del Ecuador, porque los avances sociales y políticos de las mujeres son logros colectivos y así debemos asumirlos y defenderlos.

Ecuador fue el primer país de América Latina en donde se hizo efectivo el voto de las mujeres, en 1929. Pero ese gran logro, que dejó sentado un precedente fundamental para toda nuestra región, no significó la instauración de una democracia paritaria, ni el final de la discriminación y la violencia de género.

Matilde Hidalgo se presentó al recinto electoral con la resolución de que su voz fuera escuchada, diciendo simplemente “yo también iré a votar”, desafiando a los poderes y  paradigmas de aquel entonces. Y su ejemplo nos compromete a todas, porque hoy las mujeres ecuatorianas tenemos la necesidad y la obligación de decir: “yo también iré a votar”, para construir una mejor democracia y para que nuestras voces no sean acalladas. Vamos a votar y es nuestro deber cívico hacerlo lo mejor posible, elegir la mejor opción para nuestras familias, para nuestra comunidad, para el futuro del país que entre todas y todos construimos.

Hemos dado grandes pasos en esta última década, las mujeres estamos presentes en la vida pública y en cargos de gran responsabilidad, en ministerios, secretarías y en las primeras dignidades de la Función Legislativa; además, en todas las elecciones se ha instaurado la alternancia para candidatas mujeres, como instrumento de la democracia paritaria por la que luchamos. Con políticas públicas y con nuevas leyes estamos combatiendo la violencia, el discrimen y los crímenes de odio, para heredarles a nuestras niñas y adolescentes un país distinto.

Hoy las amas de casa tienen derecho a su jubilación, las trabajadoras del hogar tienen derechos laborales que antes se les negaban, ya la ley prohíbe el matrimonio en menores de edad, ya las mujeres podemos administrar los bienes de la sociedad conyugal, ya el apellido materno puede ir en primer lugar si la madre así lo decide, las mujeres campesinas y agricultoras tienen derecho a la tenencia de su tierra, y acceso a políticas positivas, y, por supuesto, ya las leyes castigan el femicidio. Esta es nuestra lucha y todas formamos parte de estos cambios históricos, pero todavía es mucho lo que nos falta por hacer, para erradicar toda forma de violencia y discrimen contra las mujeres y las niñas.

Por eso, queridas mujeres de mi país, la invitación es a votar con todo el corazón por el futuro, con la conciencia de que no todas las mujeres candidatas comparten estas banderas progresistas, ni defienden estos logros.

En las próximas elecciones no son nombres los que están en juego, sino posiciones políticas muy distintas. En el 2017 vamos a elegir entre dos modelos de Estado y de país. Y las mujeres estaremos alertas para no permitir ninguna clase de retroceso en los derechos alcanzados, que son ya patrimonio de toda la sociedad.

Con el ejemplo de Matilde Hidalgo, con la fuerza de Nela Martínez, con la pasión de Dolores Cacuango y la infatigable esperanza de Tránsito Amaguaña, vamos a hacer oír nuestras voces, no vamos simplemente a votar: vamos a votar por nuestros derechos y los de nuestros hijos e hijas.