Venezuela: El triunfo de la oposición en las parlamentarias y los retos de un proceso de emancipación de la Patria Grande que aún no culmina.



El domingo pasado el pueblo hermano de Venezuela acudió a las urnas y escogió a sus representantes para la Asamblea Nacional, en un ejercicio de civismo que saludamos. Tras 17 años de Revolución Bolivariana, la democracia venezolana se demostró plenamente vigente, contradiciendo el infundado manto de sospechas con el que la derecha latinoamericana había pretendido cubrir este proceso electoral, del mismo modo que lo había hecho con los anteriores.

Con la victoria de la oposición, la derecha latinoamericana y global pasó, en un abrir y cerrar de ojos, de la “impugnación preventiva” de los comicios a la celebración de sus resultados. Es evidente que una nueva derecha cobra impulso en la región, alentada por la ofensiva de los grupos concentrados de poder económico, las falencias de los propios procesos, las dificultades del frente externo y los intereses geopolíticos extrarregionales, entre otros factores.

Es esa rearticulación de intereses a la que hacíamos referencia desde el Ecuador cuando hablábamos de restauración conservadora: el retorno de viejas élites vinculadas al poder económico y financiero transnacional que, con un lenguaje a veces renovado, pero recetas idénticas a las que quebraron a nuestras sociedades, retornan para presentarse como alternativa de cambio en un escenario que les es más favorable.

Los resultados adversos a las fuerzas populares y progresistas de estas últimas semanas y días deben convocarnos a un ejercicio de reflexión, de análisis y de autocrítica, para afrontar el desafío de sostener en el tiempo las transformaciones que el país requiere y para continuar esta lucha continental por la justicia social, la paz y la soberanía.

En este sentido, esperamos que un proceso regional tan trascendente como la integración sudamericana no se detenga y mucho menos retroceda, pues creemos que obedece a una apuesta perdurable y estratégica que debería estar más allá de los gobiernos, como política de Estado compartida por todos los países de la Patria Grande.

Nos tocará a los ecuatorianos asumir un protagonismo aún mayor en la defensa de esta plataforma continental de paz y unidad que venimos construyendo en la última década, esta plataforma de voz propia y soberanía para nuestra región que es la base para construir un futuro de dignidad e igualdad para nuestras naciones.

La esencia de la democracia es la ampliación de la soberanía popular. No creemos en ideas fatalistas de “fin de ciclo”, creemos que la historia la escriben los pueblos. Por eso, vamos a seguir apostándole a la profundización del poder de la ciudadanía frente a los poderes de las corporaciones que concentran la riqueza y que siempre han pretendido absorber al poder político, ponerlo a sus órdenes, subordinarlo a sus intereses.

Los tiempos de los pueblos son largos, no se miden en períodos de gobierno. Quienes nos sentimos parte de una causa común, de ese viejo sueño compartido de unidad latinoamericana y justicia social, tenemos que estar dispuestos a luchar donde nos toque, en el lugar que nos corresponda:  desde los gobiernos o en la oposición, siendo mayoría o minoría, trabajando siempre para expandir los horizontes de la soberanía popular. Lo que no podemos es dejar de luchar por nuestros valores y nuestras convicciones.

¡Al hermano pueblo de Venezuela, nuestro cariño y el más fuerte abrazo latinoamericano!